lunes, 14 de febrero de 2011

Una mitad a la que apostar

Pasamos mucho tiempo pensando en lo que queremos, construyendo nuestros ideales, poniendo en orden todo aquello que más suele dar vueltas en nuestra cabeza...pero es increíble cómo en sólo un segundo pueden cambiar las cosas, y nos encontramos de vuelta en un punto de partida o bien intentando descifrar una maraña de sentimientos. Aunque todo esto sirve para percatarse cada vez más de que las casualidades no existen. Demostrado.
La cara: apareces en el momento menos esperado, cuando estoy segura de que nada ni nadie puede hacerme cambiar de opinión. Química. Sonrisas. Todo encaja demasiado bien, me sorprendes para mejor. Hace un tiempo, sé que ya me habría tirado a la piscina de golpe, sin importarme si ésta iba a estar medio llena, rebosando o completamente vacía; pero ahora simplemente me siento incapaz. Dudas, miedos. Y tú sin darme ninguna respuesta que me desagrade.
La cruz: cuando creo que ya casi ni me importa, cuando creo que ya me he acostumbrado a tu ausencia, estamos de nuevo frente a frente y se despiertan cosas dormidas, cosas que no eran para ti, ni yo me reconocía. Atracción mutua. Lo sabemos. Lo sentimos. Pura pasión. Una nueva barrera, diferente, pero que no deja de ser un obstáculo más. Te espero y vienes, tienes el poder de deshacer todo lo demás.
Tengo ante mí la cara y la cruz, lo que creo que es bueno o que puede llegar a serlo y lo que sé que no es tan bueno pero no puedo sacar de mí. Desde fuera se ve tan obvio que a veces no me comprendo. ¿El por qué? Quizás sé que lo malo no puede convertirse en bueno, ya está todo hecho y no puedo llegar más alto ni caer más bajo. Lo bueno puede ir a mejor, incluso llegar a ser ideal, pero está el riesgo de quedarse por el camino y que vuelva a repetirse la historia, que vuelva el dolor, y no tengo disposición para ello.
Una mitad a la que apostar...pero no sé a cuál.