domingo, 2 de octubre de 2011

La guerra

Nada existe sin su contrario. Para ser felices hemos de conocer la tristeza, para saber lo que es estar sanos hemos de experimentar dolor, para valorar una risa hemos de haber llorado, para saber lo que es un amor nos han de haber roto el corazón.
Todo lo malo tiene un lado bueno, todo. Aunque en ese momento no nos demos cuenta o nos sea imposible verlo, tenemos la capacidad de crecer, de aprender y nos acabamos percatando de que nuestras experiencias, hasta las menos agradables, siempre nos enseñan. Por eso, aunque parezca una paradoja, tenemos "suerte" de que nos acontezcan cosas que no nos hubieran gustado, porque esas mismas cosas nos sirven para abrir los ojos, para valorar lo que tenemos o lo que podemoss tener, para ver mucho más claro y sin ninguna duda hasta que punto anhelamos algo, deseamos tenerlo de verdad y de que merece la pena luchar por ello porque lo que más tememos es perderlo.
A partir de ese momento, de esa amarga circunstancia que nos ha dicho "¡eh, despierta!" sientes un empujón, una inyección de energía que te recarga para pasar a la acción, para hacer lo que debes, pero bien hecho, de verdad, sin prisa pero sin pausa. No podemos alcanzar grandes metas tan rápido como nos gustaría, por eso un día hay que dar un paso, al día siguiente otro más, pisando sobre seguro y confiando en nosotros, sin olvidar que estamos caminando hacia lo que realmente queremos, ese es nuestro objetivo.
Sin embargo, hay veces que cuando sentimos que llega el momento de dar el paso más importante, el que puede ser definitivo, el que nos puede llevar a nuestra cumbre, regresan el miedo y las dudas...a caernos, a hacernos daño, a sufrir, a no hacerlo bien...todas las ideas vuelven a mezclarse y no sabemos qué pie tenemos delante del otro. Nervios. En este momento es difícil, pero debemos intentar pararnos, respirar hondo y pensar que no podemos abandonar esta batalla cuando ya hemos empezado la guerra, que lo que hemos avanzado no vamos a tirarlo por tierra ahora, que estamos muy cerca de llegar y que aunque estemos cansados sólo nos queda un trecho muy corto del arduo camino que hemos andado hasta ahora.
Nadie dijo que fuera fácil...pero tampoco tan complicado. ¿O somos nosotros quienes lo hacemos más difícil de lo que realmente es?

Solamente

Dicen que tenemos una media de 60.000 pensamientos al día, y que una buena forma de ordenarlos es escribiéndolos, pues así nuestro cerebro reconoce esa idea como importante, destacada y le da un lugar "preferente", lo cual nos hace ver las cosas más claras.
Hubo una noche (una de tantas) en la que necesité hacerlo, por, para y solamente para mí. Por eso dejo apenas estos retazos:
...Quiero hacerlo...pero cuando tengo que ponerme a ello, noto un miedo...
...cuando lo supe, no quería reconocerlo...
...¿y si lo era todo y no me había dado cuenta?...
...lo más especial que he vivido...
...sabía perfectamente cómo me afectaba la sola idea de poder perderte...
...el querer ir más despacio cuando mi corazón iba ya 10 kilómetros por delante de mí...
...de recordar todos y cada uno de los momentos en los que estás presente...
...ese bienestar de sentir todo lo tuyo como mío también...
...todos los esquemas rotos, todas las ideas desmontadas...
...de cómo todo lo cotidiano brillaría de manera distinta...
...porque sólo quiero una cosa y no es para mí: tu felicidad...
Ahora lo sé.